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El valor de las cosas sin precio

Estoy haciendo una masa de rosca. Con la cantidad de reposo que necesita me da tiempo a pensar en muchas cosas, algunas hasta tienen sentido. Hoy me ha dado por contabilizar las horas que pasan desde que empiezo a amasar hasta que la rosca llega al mostrador de la tienda.

Llueva, nieve o haga sol, me pongo a amasar puntualmente a las 6:00 de la mañana. Una hora después, tengo la masa preparada para reposar. La dejo hasta las 8:30, entonces la peso y la separo en montones homogéneos. Después otro rato a reposar, hasta las 9:30, a esa hora les doy la forma trenzada o redonda, y las pongo a “dormir” de nuevo (suerte que tienen) hasta las 11:00. Ahí ya sólo resta ponerlas guapas (barníz de huevo, azúcar glass…) y meterlas al horno durante 45 minutos. A las 12:00 del mediodía las roscas están listas por fin. Duración total del proceso: 6 horas.

Necesitan ese tiempo porque, buscando que la fermentación sea lo más natural posible, llevan muy poca levadura. No sabría decir tampoco si es mucho o poco, porque no conozco otra forma mejor de hacer las cosas. Es el que es, y así me lo enseñaron. Lo bueno, lo especial, se hace esperar ¿cómo sino podríamos distinguirlo del resto?

Vaya… a lo tonto, del horno al teclado, se me ha pasado volando la mañana. Voy a acabar cogiéndole gusto a esto de escribir un blog. Entra un cliente. Un habitual. Quiere una trenza de 1 kg, se la lleva recién hecha y con una sonrisa en la cara. El olor mantecoso irá perfumándole el coche durante todo el camino. Apuesto a que no resiste sin abrir el paquete naranja y comerse el currusco. No hay nada como un trozo de rosca caliente. Me imagino la bronca de su mujer al llegar a casa: “siempre igual, no hay forma de que la traigas entera, tendría que haber mandado al niño a buscarla”. El niño tiene 20 años ya y cuando vuelva de marcha por la mañana se comerá el último pedazo que su madre le ha dejado sobre la mesa de la cocina, junto al Colacao. Ya no estará tibia, ni desprenderá tanto aroma… pero le sabrá a gloria bendita. ¿Cuánto vale eso exactamente?

En el súper podemos encontrar productos envasados similares, algo más baratos y con un plazo de caducidad de 30 días. Sí, ¡un mes! ¿Qué rayos le echarán para que duren tanto? Puedo intuírlo, pero al ver ciertos ingredientes no dejo de alucinar. Mi rosca lleva sólo agua, harina, huevos, azúcar, sal, manteca y una pizca de levadura. Y la que me sobra, al día siguiente no la vendo. Para mí, ese es el verdadero precio de la calidad: el compromiso. ¿Eso es caro o barato?

Por cierto, si sobra roscón, lo mejor para conservarlo es cortalo en rebanadas, meterlas dentro de una bolsa de plástico cerrada y guardarla en la nevera. Otra buena opción si tenemos algo rosca del día anterior es tostarla, o calentarla un par de segundos en el microondas: casi casi parecerá recién hecha. Por desgracia no conserva más de 2 ó 3 días todo su sabor y textura. Es lo que tiene la repostería artesana de verdad, que dura lo que dura, y no entiende mucho de las leyes del mercado.

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1Comentario
  • Elsa
    Publicado a las 19:38h, 21 abril Responder

    Muy buen truco el de tostarlo. Probaré 😉

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